Retengo aún el
primer sentimiento que me provoco en el corazón aquel fortuito encuentro
cibernético. No era perfecto, pero desde el primer instante comprendí que se
acercaba a lo que yo simplemente soñé… era aquel caballero andante con armadura
blanca que yo, dulcinea del libro de Cervantes, siempre anhele. Con solo unas
líneas comprendí que era el y que sus olores llenan ya mi soledad.
Siempre fue y
será la causa de mi locura y del sin vivir que genera en mi el breve espacio en
que no esta. Sueño con el… cuantas veces soñé que entre los naranjos del campo,
entre olores cítricos nuevamente la fortuna me sonreiría para encontrarme con
su ser. Y miraba al cielo y rogaba por doquier que no quería dejar este mundo
sin volver a escuchar su voz envolvente, diciéndome suavemente: princesa he
vuelto otra vez. Quería volver a sentir sus manos, que aunque nunca las
acaricie realmente, aun sentía que solo el era el dueño de mi piel y que sus
manos solo me podía devolverme a la vida real.
El me contaba su
soledad, el dolor de su corazón por ver partir al amor de su vida que por una
larga enfermedad se la arrebato de entre sus brazos la cruel señora de la siega
y vestimenta de luto. Es entonces cuando aquel ultimo suspiro pudo decirle el
mas hermoso te quiero que quedo tatuado como marca a hierro vivo en su corazón.
Se me encogió el corazón al oír su penar y cada vez lo sentía…. quería el amor
de ese corazón. Nunca podría su corazón volver a amar de la misma forma que lo
hizo con ella, pero solo una cuarta parte de lo que ese corazón demostraba
merecía la pena conformarse con lo que con ella no se pudo escapar.
Pasaron los
meses y pasaron incluso años y aquellas palabras no dejaban de retumbar y mi
alma perturbar. No me dejaban seguir viviendo en la realidad. Todo se
empequeñecía ante el recuerdo y en la cama su silueta se dibujaba cual promesa
de llenar el breve espacio en que no esta. Entonces salí al anochecer a caminar
y a las estrellas pude preguntar: volare hasta el final volare para encontrar a
mi ángel y su mirar? Y entonces una estrella fugaz vi pasar y al oído me pudo
susurrar: búscalo en el mar.
A la mañana
siguiente, calce mis playeras blancas con mi vestido blanco al viento y me
dispuse a pedir consejo al mar. La calma se apodero de mi alma y durante un
instante mirando las olas lo pude divisar. Era su cara, me sonreía sin parar y
sus ojos azules se confundían con el color del mar. Entonces sonreí y me
dispuse a caminar. Sus manos me llamaban desde la lejanía y durante un instante
su voz pude oír claramente susurrar: ven princesa, ven… nuestro mundo hemos de
conformar y esa niña hemos de engendrar. Ven princesa ven… en mis sabanas
quiero ver tu despertar y tus manos entrelazar para no separarme jamás. Mi
corazón encontró un lugar para decirte un te quiero y aunque luche con el mas
allá al final el caballero tuvo que batallar para quedarse con la dulcinea para
volver a amar. Asia mi mano, no la sueltes mi vida que ahora hemos de comenzar
a caminar. No tengas miedo mi dulce niña, que conmigo tendrás la seguridad que
nunca mas te dejaran de amar.
Es entonces
cuando comprendí que llego la hora de zarpar y de su mano asiar con todas mis
fuerzas dejando atrás todas las penas de no poder tener esa cita en la cual nos
debíamos locamente amar.
El sol me deslumbraba
y de pronto sentí la necesidad de quitarme las playeras y sumergirme en el mar.
Las tire al azar porque mi único anhelo era volverme a reencontrar con mi dulce
amar. Voy cielo… espérame amor que me quiero perder en tu mirar y contigo he de
volar. Es entonces cuando las olas me arrastraban al mar… sentía que volvía mi
felicidad…. El agua me iba envolviendo poco a poco dejando sin
respirar…Espérame amor espérame….. con mi sonrisa mas dulce extendí mi mano al
final….
Texto: Naia
Ruiz de Eguino
Fotografía: vincentcambres.
Tomada en la playa de La Patacona ( VLC )
Tomada en la playa de La Patacona ( VLC )